lunes, 26 de marzo de 2012

El que tiene oídos que oiga: ¡estamos hartos de Mozart!

Cuentan que Witold Gombrowicz, una vez finalizado su exilio en Argentina y mientras ascendía por las escaleras hasta el barco que lo llevaría de regreso a Polonia, esperó hasta el último momento para esgrimir el consejo que habría dejado asombrados a quienes aquella mañana llegaron a despedirle. Si la anécdota es cierta, el autor de Ferdydurke se detuvo sobre el último escalón, volteó hacia las manos que probablemente se agitaron en el aire al encuentro de la última mirada del maestro, quien pese a la urgencia de un miembro de la tripulación que ya le apuraba con una mano en el hombro, gritó: Maten a Borges. Además de que consideraba su literatura aburrida, en el parecer de Gombrowicz, Jorge Luis Borges era demasiado Borgeano.

El compositor Mauricio Fonseca López, primer premio Arte Sonoro 2011 otorgado por el Museo Centroamericano (MUCEVI) y la Embajada de España en Costa Rica, brindó el taller Composición asistida y nuevos modelos sonoros: una nueva forma de percibir el mundo a partir de los nuevos modelos de composición.

Música concreta, electroacústica y paisajes sonoros. Para la mayor parte de los asistentes eran nuevas aquellas formas de expresión musical. Resultaron interesantes las referencias que Mauricio Fonseca López hizo acerca del proceso creativo de su obra, dado que conlleva la deconstrucción de modelos compositivos considerados axiomáticos, para la consecución de formas musicales cuya apreciación se dificulta debido al peso del paradigma histórico en torno a lo que consideramos música. ¿Qué es música? ¿Qué es ruido?, preguntas que nos hacemos la mayoría de quienes escuchamos por primera vez a Karlheinz Stockhausen o Iannis Xenakis, y que nos lleva a plantearnos una más esencial: ¿Qué es arte? Respuesta imposible. Más fácil resulta ponernos de acuerdo cuando, por ejemplo, se nos pregunta: ¿Existe una forma única de hacer música o literatura? ¿Debemos apegarnos a modelos preestablecidos para crear música o literatura? Casi siempre la respuesta a estas preguntas es no. ¿Cómo puede vencer el creador el riesgo de caer en la enajenación del paradigma? Matando a sus influencias. Renunciando a la deidad y a la moda. Deconstruyendo. Como según dicen lo habría sugerido Gombrowicz a bordo de aquel barco, con aquella frase lapidaria. O como lo ha dicho Mauricio Fonseca López, en algún momento de su ponencia y que recordamos los asistentes cuando ya salíamos del lugar, oyendo, ahora sí, por ratos la música natural de la ciudad de Alajuela y por otros los sonidos de Pierre Schaeffer adheridos a lo interno de nuestras sienes: ¡el daño que hace Mozart a la música! Qué gran verdad, el que tiene oídos que oiga.



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