lunes, 24 de octubre de 2011

Reseña del libro HOMBRE HORMIGA, por Gerardo César Hurtado


                                             
                                          

  HOMBRE HORMIGA


   por Gerardo César Hurtado


En la narrativa contemporánea el cuento tiene una pulsión interna para establecer un diálogo entre el lector y lo escrito, y ya se sabe, con un narrador que todo lo sabe. Nos sitúan acá, en la orilla de lo asombroso y nos muestran mundos inusuales, como si nos prepararan para el espectáculo de una película con paraísos artificiales. En estos cuentos hay voluntad de estilo, que no es frecuente en nuestros autores jóvenes y en la constancia de la narrativa costarricense. Son imágenes que construyen su riqueza formal en el contenido; los protagonistas y sus temas, la servidumbre de lo cotidiano y el chispazo necesario en el cerebro del lector, son parte del sinuoso bosque de las descripciones y rodeos de un buen cuento, cualesquiera del conjunto del libro. Es un lenguaje que entronca su brusca esencia en las peripecias de los argumentos y recaban en una elaboración cuidadosa de los argumentos que son centros nerviosos para una lectura asidua, pues debe ser fluida la comunicación entre el lector y lo que imagina de su contenido, la acción y la emoción, como mecanismos que despiertan en el cerebro del lector la llegada de pesadillas o sueños plácidos.
Estos cuentos señalan una aventura en la escritura costarricense, la manera en que están construidas sus frases, su ahondamiento en la siquis tica, y explotan en su lenguaje las manifestaciones del habla, sus sugerencias y la loca fantasía; es la imagen real de los actos cotidianos de las gentes y en los paisajes, como el lector transeúnte ve correr las aguas agitadas y misteriosas de los ríos de provincias; son los rostros de la patria en el eterno fluir de las conciencias y la vida real como eco de los problemas de la vida contemporánea.
Estos cuentos me sugieren escenas o saltos cualitativos de gran imaginación bien dosificada para un lector desprevenido. Las formas tienen sed de mostrarse para que el lector pueda hurgar en la memoria de los hechos y ponga barreras al olvido. Que el lector encuentre una  salteada esencia de mundos posibles y de personajes bien ticos que se buscan unos a otros, motivándose en sus relaciones la exasperada pasión y la infrecuente amistad y que andan por la densa patria de las costumbres. Tienen  su afinidad con el lado oscuro de la mente. Sus personajes manifiestan  mundos ocultos y la peripecia de salir de su sueño y realizarse como seres reales en la prestidigitación de lo limitante o lo finito. La impresión de su lectura es inquietante como deben ser los buenos cuentos y en algunos  logran su motivo inquietante de darnos un susto, que en cada página el autor nos da una lección de magia y que en el accionar de su prosa vivimos los mejores momentos de la vida.

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