miércoles, 15 de junio de 2011

Espectralismo: Fundamentos y estética


A continuación les compartimos este ensayo
del compositor Mauricio Fonseca López.


Conferencia dictada el 26 de Mayo de 2011 en el marco del Festival de Música Electroacústica Costarricense
Escuela de Artes Musicales
Universidad de Costa Rica


Mauricio Fonseca López


El tema que trataremos hoy, el Espectralismo, no lo podemos abordar fuera de un contexto histórico, ni mucho menos estético, sería despojarlo de las conexiones que lo ligan a diferentes estructuras musicales. No podemos hablar de Espectralismo si no hacemos una breve introducción de la idea de belleza del siglo XX, no podemos hablar de Espectralismo sin tomar en cuenta  una estética digital (con esto me refiero a la estrecha relación que se está dando entre arte y ciencia) que empezó a florecer en la segunda mitad del siglo XX, hay estilos musicales que son la consecuencia lógica del trabajo de otros. El siglo XX es un terreno variopinto, sin temores a abandonar escuelas que repetían ideas maquilladas pero estáticas, el siglo XX descongela ideas “antiestéticas” y deja atrás a ciertos compositores convirtiéndolos prácticamente en valores nostálgicos. El arte del siglo XX supone una reacción contra el concepto tradicional de belleza. Evoluciones como la aparición de la fotografía, capaz de reproducir con fidelidad absoluta su modelo, o los medios mecánicos de reproducción de las obras, que las introducen en el conjunto de los bienes de consumo de nuestra sociedad, suponen a principios del siglo XX una verdadera convulsión para la teoría y la práctica artísticas. Así no sólo el campo de estudio de la Estética sino el propio campo de trabajo del arte se orienta hacia una profundísima corriente autorreflexiva que ha marcado todo el arte del siglo XX: ¿qué es el arte?, ¿Quién define qué es arte? El Dadaísmo utilizaba el collage para mostrar su naturaleza fragmentada; la corriente povera europea usaba materiales como troncos, huesos y palos para su obra, elementos tradicionalmente "feos"; los minimalistas utilizarían acero para resaltar lo industrial del arte mientras Andy Warhol lo intentaría mediante la serigrafía. Algunos incluso se desharían completamente de la obra final para centrarse únicamente en el proceso en sí. Lo verdaderamente importante no es lo que siente el autor, sino lo que este hace sentir al receptor de su obra, que debe ser condicionado de manera que su imaginación sea la que construya el mensaje que transmite la obra, sin necesidad de que el autor lo exprese directamente, si es que realmente la obra tiene significado o solo el objetivo de que el receptor imagine.
En este sentido la tradicional vanidad del creador, centrémonos en la idea del compositor, da paso al mero interés de las sensaciones vividas por el receptor, esto cierra una brecha pasada y añeja y da pie a una relación más estrecha entre compositor y oyente, entre emisor y receptor, hay comunicación, se percibe la sensación de estar de acuerdo, pero de estar de acuerdo no en todo pues la manera de ordenar el rompecabezas musical del siglo XX crearía un desconcierto, pero también dejó clara y certera la idea de que nunca se volvería a componer como antes, algo se había roto, una guerra dejó una sociedad cambiada en todos los sentidos posibles y la música no escapo a ello. Música Concreta, Serialismo, Aleatorismo, Espectralismo (que es nuestro tema), Nueva Complejidad, cambiarían radicalmente el escenario musical existente apoyado por los ordenadores, vistos hoy en día por los menos conservadores como instrumentos musicales, capaces de transformar totalmente la escena de conciertos actual. Sin embargo el siglo XX es un siglo fragmentado: lo horrendo, grotesco y desconcertante, lo atrozmente impactante, también puede ser bello. La representación de una tortura, de un suplicio inhumano ¿puede ser bello?  Un siglo fragmentado a nivel de ideas o motivos para crear, como fragmentado a nivel de corrientes, o quizás la propia fragmentación sea la bandera del siglo XX. Y una de esas aristas que nombrábamos hace un momento es el Espectralismo, que se abre paso hace cuatro décadas y viene a ofrecer un panorama cambiado, combinando lo tradicional a nivel de instrumentos y voces, con un nuevo método de análisis del espectro sonoro.
El Espectralismo es un término aplicado desde la década del 70 a los compositores cuyo interés musical comprende el uso de sonidos instrumentales, vocales y del entorno como modelos de los que se pueden extrapolar o mapear los diversos atributos de una composición musical (por ejemplo: microestructuras, macroestructuras, contenido armónico). El término se deriva de "espectro" y funciona asociado al mismo. El Espectralismo se ha visto facilitado por el uso de la computadora en el análisis, el modelizado y la representación visual del sonido, muchos de los compositores llamados espectralistas trabajaron en el IRCAM, en París, (Instituto de investigación y coordinación acústico/musical, centro donde se llevaron a cabo importantes investigaciones en la década 80 y 90) Los espectralistas han compuesto tanto música para instrumentos acústicos o voces, como obras electroacústicas "mixtas" que incluyen intérpretes y electrónica en vivo y/o cinta. Críticos y académicos se refieren a compositores como: Murail, Grisey y Lindberg, como espectralistas.
Las ideas de la música espectral puede ser vistas como frutos tardíos del trabajo de compositores como Ravel o Messiaen, que crearon armonías y orquestaciones basadas en los contenidos armónicos, por ejemplo: el uso del órgano con múltiples paradas que favorecen los armónicos, de campanas, o los cantos de pájaros. Esto nos hace pensar en la idea de que el conocimiento está ahí, lo que varía es la apreciación o el enfoque que compositor le da, además se debe tener en cuenta a la hora de emitir un juicio, ¿con qué herramientas contaba cada uno de ellos? Tampoco se debe separar del contexto histórico en el que le tocó a cada compositor desenvolverse. La descomposición del sonido y poder apreciarlo en un espectrograma está más cerca de los llamados espectralistas, pero la manipulación o cierto control sobre los armónicos ya se venía haciendo tiempo atrás y no es solo privilegio del espectralismo, con esto me refiero a lo que apuntábamos al inicio del tema: hay estilos musicales que son la consecuencia lógica del trabajo de otros. Esto nos plantea lo siguiente: el Espectralismo no es una escuela de composición, tampoco es un estilo o una estética. El Espectralismo es una actitud hacia la composición y un método de trabajo que consiste en aplicar a la composición el análisis del espectro sonoro. Es la aplicación de herramientas a un objeto sonoro, y con esto se entiende por qué a los compositores que están bajo tal denominación no les agrada ser llamados espectralistas, por ejemplo: los compositores de música electroacústica trabajamos día a día con la síntesis del sonido (cualquiera de sus tipos) y no por esto somos llamados sintéticos, un proceso dentro de muchos que involucra una obra no alcanza para nombrar a una estética y mucho menos a un movimiento artístico. Es importante anotar que una de las buenas noticias que deja el análisis espectral en una obra es el aprovechamiento de material residual, que sería muy difícil de controlar sin un previo espectrograma, y trasladar este material a un lenguaje numérico da la oportunidad de manipular los diferentes elementos que forman lo que llamamos sonido. El Espectralismo se nutre del mapeo de la física del sonido, este se descompone para más tarde componerlo en la obra musical, es trabajar la obra con un microscopio, y esto brinda una nueva experiencia sensorial, riqueza tímbrica tan característica de la música francesa pero tratada y enfocada de otra manera, se abren vastas posibilidades para los compositores, pues la materia prima se puede multiplicar, es un matrimonio entre matemática y estética pero sin la frialdad que proponía el serialismo de Schoenberg.
Al tener un sonido descompuesto en armónicos y parciales, lo que tenemos es una fragmentación visual y auditiva del objeto. Esto nos puede servir para profundizar un poco en la relación entre el Espectralismo y la fragmentación social y estética que tuvo sus consecuencias directas en esta corriente sonora. Por ejemplo: el Serialismo no consigue esa conexión o fluidez natural pues cae en un clasismo numérico difícil de llegar a ser democrático (esto a pesar de que sí posee un socialismo sonoro), caso contrario, el Aleatorismo tampoco llega a tener un éxito masivo a través de las décadas por el problema de forma que representa para el escucha. Aquí es donde el Espectralismo logra entrar en una frecuencia equilibrada y parece que está realmente reflejando fielmente a una sociedad de posguerra, a una sociedad de finales del siglo XX y una sociedad de principios del XXI, que realmente son entornos de algún modo espectrales y fantasmagóricos, pues se debaten entre el modernismo y la tradición, maquillando formas históricas  ahistóricas y nostálgicas. Uno de los grandes desafíos del arte ha sido la relación, equilibrio u homeostasis entre forma y fondo, es común analizar obras de otros periodos o de hoy en día y encontrarse con formas que se acercan a la perfección, pero incapaces de comunicar una idea más que de la forma, y de formas y envases es que estamos llenos en la sociedad moderna, casi ciegos ante el contenido. El caso contrario también es común encontrarlo, ideas, motivos, temas formidables pero en manos equivocadas, incapaces de darle forma o desarrollar dicha materia prima con todo el potencial posible. Pareciera que las microcorrientes o microestilos finalmente forman o construyen la identidad del siglo XX y XXI, repito, siglos fragmentados, pero su música ha sido acorde a esta realidad y a mi parecer se ha producido música profunda, sensorial y  compleja como pocas veces compuesta. Después de introducir el tema del Espectralismo, ubicarlo en un contexto histórico y debatir un poco sobre la forma y el fondo, pasemos a comentar una obra emblemática de Grisey, y no solo de él, sino que ha sido tomada como bandera por los críticos de la corriente espectralista, fue por mucho tiempo el manifiesto de los espectralistas, me refiero a: “Parciales para 18 músicos” (1975): para, flautas, oboe, clarinetes, cornos, trombón, acordeón, percusiones, violines, violas, cello y contrabajo.
La obra comienza con el Mi más grave del trombón acompañado del contrabajo, un bajo profundo que se escucha como una sentencia, se irá repitiendo en buena parte de la obra. En la primera sección de Parciales escuchamos la exposición del sonido, pero en cámara lenta, como escuchado con lupa, y su posterior modulación a un sonido distorsionado. A lo largo de la obra suceden diferentes procesos entre sonidos claros y distorsionados, logrados por la elección misma de las frecuencias y también por técnicas instrumentales. Algunos procesos provienen de procesos creativos tan distintos como lo son la música electrónica y el dodecafonismo, al escuchar la obra se entiende claramente las corrientes de las que se nutrió Grisey para escribir dicho trabajo, del dodecafonismo se percibe la amplitud a la hora de crear acordes y gestos sonoros, y de la música electrónica vemos claramente la operación microscópica con la que trabaja el sonido, el poco temor a dejar la forma y fondo que venía imperando en la primera mitad del siglo XX, con la electrónica también se descompone el sonido, hay secciones de Parciales donde existe la sensación de estar ante ruido blanco, que después se transforma en una especie de murmullos de algunos instrumentos. Así que podemos concluir que es un trabajo de profundo eclecticismo, de hermanar estéticas y estilos de vanguardia.  Procederemos a enumerar qué elementos nos llaman la atención y como está compuesta la forma de la obra. Con respecto al Mi más grave del trombón, acompañado del contrabajo, ambos nos ubican o nos dan la sensación de un motivo, que estará presente en buena parte de la escucha, aquí observamos cómo se aprovecha el espacio acústico, gracias al timbre de cada uno de estos instrumentos. No tenemos cadenas isorritmicas, por el contrario, entre cada reiteración hay pequeñas diferencias que van modificando el gesto sonoro, escuchamos un trombón fresco, sonoro, retador, al lado de un contrabajo opaco y cansado, aquí hay un buen recurso composicional, y es el equilibrio entre las propiedades de cada instrumento, además de aprovechar las diferentes familias de donde provienen. Como un eco lejano después del ataque del trombón y contrabajo, comienzan a aparecer los violines, flautas,  oboe y clarinetes, difuminados y como si tuvieran un velo, acercándose a la idea de Ligeti sobre una música que no se mueve, sin armonía, melodía ni contrapunto, cercana a la teoría de los gases, se aprecia un fade in y fade out clarísimo pero natural, producido por los ejecutantes, aquí es donde se tiene la certeza de estar frente a un espectro sonoro, con una cantidad abrumadora de armónicos. Luego de varias apariciones del motivo, claro, con sus respectivas variaciones, escuchamos un violín y un cello con un sonido áspero y granulado, como si se hubieran procesado y modelado previamente a la ejecución, aquí se percibe lo que hace un momento comentábamos, y son las influencias de la electrónica y el dodecafonismo sobre el Espectralismo, los violines empiezan con una conducta efectista, al lado de brevísimos glissandos ascendentes y descendentes. Los grupos de instrumentos que nombrábamos anteriormente van creando conductas aparentemente producidas por osciladores, además el compositor incorpora golpeteos generados con los arcos de los violines, violas y cellos, que emulan sonidos concretos. La forma de la obra está muy bien estructurada, pues después de un rato se va creando en nosotros una memoria auditiva que vuelve un poco deductiva la composición, la obra se resiste a dejar esa conducta hasta que cae en un fade out y finaliza. Vamos a leer unas palabras del propio Grisey acerca de la idea del silencio y como lo trata en la conclusión del trabajo: “Al final de “Parciales” el movimiento progresivamente se acerca al silencio, pero el silencio absoluto no existe, siempre existe un espectador que tose, músicos que tiran objetos o empiezan a guardar sus cosas. Por lo tanto, propuse representar en escena esta imposibilidad del silencio con dos procedimientos, el primero que va del sonido al silencio y el segundo que va del silencio hacia un grupo de ruidos tomados de la vida diaria de los instrumentistas: pasaje de hojas, trombonistas que eliminan el agua de sus instrumentos, violinistas guardando sus arcos etc. pero al final, se produce realmente el silencio, cuando el público aguanta la respiración mientras que un percusionista separa los timbales, otros comentan un fragmento de “Parciales.”
Este concepto sobre el silencio recuerda a John Cage, compositor de una tendencia composicional caótica, no lo digo peyorativamente, sino característica de su obra. Cage dejo muy claro que el silencio no existe, es una invención de la teoría musical, dejó interesantes ejemplos y ejercicios sobre esto, como lo fue 4:33. El silencio musical es más bien un concepto de no ejecución instrumental, pero no necesariamente es ausencia de sonido, pues el flujo sonoro continua existiendo aunque sea de otras fuentes externas a la ejecución. En el tema del análisis estético de una obra de arte, en general quedan más preguntas que respuestas, no estamos emitiendo juicios sobre la belleza de un material, ni siquiera nos hemos preocupado de cuales pensamientos pasaban por la cabeza del creador a la hora de iniciar o concretar su trabajo, por el momento estamos preocupados por el efecto que dicha o dichas obras producen en nosotros, escuchas, lectores, observadores, y de qué forma esto amplía nuestra visión de la belleza, cómo se abren ventanas a mundos sonoros ignorados.
A continuación, como compositor de música Electroacústica, buscaré qué elementos o herramientas del Espectralismo pueden ser útiles a esta forma de composición. Primeramente conviene aplicar la descomposición no solo del sonido sino también de los elementos rítmicos de la obra electroacústica, al descomponerse la figuras tradicionales podemos crear cadenas micro rítmicas aplicables a los instrumentos tradicionales, sobre todo si estamos trabajando una obra mixta, y ya que tocamos el tema, del Espectralismo podemos tomar la utilización y técnica con la que son tratados los instrumentos, me refiero a efectos, afinación y manipulación post ejecución. El manejo de software especializado para el análisis espectral también es de gran ayuda en el campo de la acusmática.
Concluiremos con las palabras de François Rose: “Las prácticas espectrales han sido exitosas en la creación de un nuevo pensamiento. Proponen la sensación de nuevas dimensiones del tiempo y acercan el timbre a la paleta de los compositores, al mismo nivel que la melodía, la armonía, e incluso la forma”.





(1)   Isorritmia, igual ritmo, cadenas de figuras rítmicas sin cambio, responde a un patrón fijo.



(2)   4:33, (1952) John Cage, el intérprete debe guardar silencio y no tocar su instrumento durante 4 minutos y 33 segundos, la obra la conforma el sonido del entorno alrededor del músico.

lunes, 13 de junio de 2011

Viaje por la penumbra ilusoria




 

El 26 de Febrero del 2011 el Taller Literario Alajuelense recibió al escritor y catedrático don Gerardo César Hurtado, con su conferencia
La novela en progreso. Creemos importante rescatar el texto "Viaje
por la penumbra ilusoria" escrito por Bernabé Berrocal con motivo de la presentación del Libro Reino de la oscura gente del Señor Hurtado. Este texto fue
publicado originalmente en el suplemento cultural Ancora del
Periódico La Nación el 25 de enero del año 2004
http://wvw.nacion.com/ancora/2004/enero/25/ancora11.html



Un viaje por la penumbra ilusoria. Luego de haber leído Reino de la oscura gente, libro de cuentos de Gerardo César Hurtado, creo oportuno concebir así ese transitar a lo largo de los veintinueve relatos que lo conforman.
Comienza de manera ascendente como un agujero de gusano que tuviera origen en una remota playa oscura, abriéndose paso, primero, entre las nubes de zancudos, constelaciones y las criaturas inverosímiles, moradores habituales de aquel mar encantador, para luego emprender un recorrido a través de los confines memoriales en donde yacen los secretos de personajes cuyas historias -pese a su condición de gente común- sólo como enigmas serán creíbles, y confesables. Son narraciones que desnudan, sí, el lado oscuro de la gente.

El ascenso

Esto es significativo ya desde el primer cuento, una especie de conjuro, En el mar la vida es más sabrosa dice el título del mismo, recordándonos ese lugar en que gustosamente accedemos mostrar parte de nuestras carnes, este hace al lector caer en cuenta de hallarse en el umbral de un mundo -o reino- en que solo tendrá validez el gobierno de los sentidos, desbocados frente a una conciencia que tarde o temprano cederá al lenguaje alucinógeno y cuyos efectos difícilmente se desvanecerán con la última página.
El lector sentirá un desprendimiento de lo que hasta ahora concebía como cuento. Esto por cuanto las narraciones iniciales del libro sugieren un estilo particular, ya que los personajes no están subyugados por una trama con el simple objeto de evidenciar una lección de vida, sino más bien, las pequeñas ambientaciones en que se desarrollan las situaciones de los mismos, son verdaderos microcosmos sin mayor relevancia más que para ellos.
El lenguaje, poseedor de una esencia poética avasalladora -rasgo común de la obra de Hurtado-, alcanza por momentos un estado similar a la psicodelia, evidenciando esa posesión de la que es objeto el cuentista, siempre que haya logrado separarse de la mera cocina literaria: "Las hojas del eucalipto se mueven bailando el tango que no escuchamos por conversar cosas de este mundo, y la importancia de los perfiles de los que se fueron una mañana sin despedida y frío en las entrañas, como si asumiéramos el licor que baja hasta el tuétano de una fina borrachera interminable" (p. 14).
La fuerza verbal se encuentra en equilibrio con la soltura o espontaneidad bajo la cual se desarrollan las tramas y las imágenes, poniendo de manifiesto la economía de medios que suele caracterizar al cuento o relato corto bien logrado: "Ella lo miraba con un aire propio de adolescente y talco menem para niños" (p. 20). Esto logra no desviar la atención del lector y que se sienta más afín al mundo de los personajes, casi como si los tuviese en la propia mano, extraídos a bordo de un trozo de su cotidianeidad, en su hábitat natural.
La anterior idea se fortalece a partir de la segunda mitad del libro, los cuentos comienzan a poblarse de atmósferas y situaciones que el lector admitirá como parte de su rutina diaria, de su realidad inmediata, paradójicamente puesta en tela de duda, desmentida por los propios eventos alucinantes que alimenta, como un árbol estático que viera desprendidas sus raíces por causa de sus mismos voraces -frutos- ilusorios.

Desnudo en el mar

Habiendo sido desnudado en el mar, el lector termina por admitir como veraz este viaje alucinante, esa travesía gracias a una literatura que absorbe, como un agujero de gusano, para utilizar de nuevo aquel término astronómico; sin embargo, al culminar, se descubre en el mismo sitio, no es más que una ilusión creada por el autor, aun yace ahí, descalzo y con los pies mojados sobre aquella playa penumbrosa, o es más, quizá solo se dispone a levantarse del sofá de su sala o del asiento de un autobús cualquiera luego de haber pasado ya la última página del libro; no fue necesario haber ido lejos pues, de todos modos el miedo, la locura, la muerte o el erotismo, son parte de sí, siendo al fin y al cabo, tan sólo un habitante más, del reino de la oscura gente.





 
Don Gerardo Hurtado en el taller literario alajuelense


"Rutas de la Ceguera"

El taller literario alajuelense tuvo el agrado de presentar el sábado 14 de mayo en el Museo Histórico Juan Santamaría el poemario “Rutas de la Ceguera  del escritor Martín Campos. El autor es fiel a un estilo auténtico donde conjuga lo mundano y lo existencial con dosis generosas de sarcasmo y versos para recordar.

Después de la lectura de los poemas contenidos en estas rutas que podríamos llamar de la perdición del mal habito del olvido, nos recuerda que todavía existe una poesía comprometida íntimamente con la realidad del autor, poco interesada en estilos de moda y en poses forzadas. El bufé está en la mesa, sírvase a discreción pero recuerde que con cada bocado puede sentir la indigestión del identificado, ya que a pesar de que los ingredientes son intimistas, todos somos reflejo de ese espejo que se llama sociedad y que retrata desde adentro el señor Campos.


José David Monge Arce
Taller Literario Alajuelense

Martín Campos